sábado, 18 de enero de 2014

ESCLAVAS, HASTA CUANDO????




En este caótico mundo en donde cada vez más  los seres humanos nos vamos encontrando en las oscuras cavernas de un abismo insondable, las mujeres permanecemos encerradas en esas jaulas estrechas que son escaparates del mundo y noche de intimidad.

Desde que la humanidad fue consciente de sus deseos de poder, sus necesidades  se convirtieron en una fiera hambrienta de insaciable voracidad que han ido destruyendo nuestra esencia racional y nuestras ansias de felicidad.

Tanto siglos de historia no nos han llevado más lejos que el de seguir mirándonos el ombligo redondo y estable de nuestro denodado egoísmo.

Debe ser que lo que verdaderamente nos gusta a los humanos es regodearnos en un sufrimiento continuado que, en definitiva, da sentido a nuestras vidas.

Verdaderamente, lo que sí debemos tener, tal vez muy en cuenta, es que todos los males del mundo se deducen de un único deseo incontrolado: El Poder.

Poder que se justifica por la existencia de una serie de necesidades; poder que se justifica por un proteccionismo hacia quienes se consideran “más débiles”; poder que se justifica porf un sin fin de infinitas diferencias. Poder, en definitiva, que lo justifica todo por el llamado “bien común”, cuando no es en realidad más que la satisfacción infinita del ejercicio del domino.

No existe pasión más potente, ni más sugestiva , que aquella que se regodea en el dominio y sometimiento de l@s.  demás.

Cuando los hombres comenzaron a darse cuenta que podían dominar a la mitad de la humanidad, simplemente por haber nacido con un sexo diferente, comenzó la barbarie del poder,del dominio,de la esclavitud,de la prostitución,del machismo,del maltrato, la violación,y. todos los males posibles.

Querer considerar las lamentables situaciones existentes de una manera aislada, como si tuviese identidad en sí misma, independiente de    una situación global que subyace a todas ellas, es además de simplista una tremenda estupidez.

Debemos intentar ser de una vez por todas, un poco sensat@s. y atajar los conflictos existentes en su núcleo .

Por ello,  comencemos por desnudarnos de las capas de poder que nos arropan y tratar de afrontar la carga de dominio que poseemos, ejercemos y proyectamos,

A veces parece  que existimos y mantenemos la vida, únicamente por esta pasión denodada.por esta pasión de sugestión hacia la muerte;porque resulta difícil comprender que si se ama la vida se ejerza una existencia de aniquilamiento y de dolor.Y esta humanidad evidencia claramente esta línea destructiva.

Cambiar esta cultura de poder-muerte, por otra de vida, supone concebir un mundo en donde se elimine de la estructura mental humana esta pasión.

Si hacemos un esfuerzo de imaginación y nos creamos un mundo en dónde las ansias más fuertes fueran las de construir la mayor felicidad posible,¿qué mundo nos sustentaría?
Si todas las energías se acumulasen en busca de este objetivo; ese concepto de igualdad, que únicamente mantenemos en el  mundo de lo deseable, de lo onírico, sería una hermosa realidad.

Debemos dejarnos ya de zarandajas, de rizar el rizo, luchando y denunciando situaciones lamentables que padecemos las mujeres, afrontemos de una vez por todas el problema y eliminemos el poder.

Primeramente el poder que cada persona detenta, después el poder de los hombres sobre las mujeres y finalmente los poderes económicos y políticos nacionales e internacionales.

Si combatimos el poder en donde quiera que se encuentre, no sólo estaremos enfrentándonos a los conflictos femeninos actuales, sino que esteremos mejorando este oscuro mundo.

Pero,¿quiénes están dispuest@s. a erradicar “su poder”?

Parece que si éste se eliminase, la inseguridad asolaria a la persona, la razón de su vida se distorsionaría,su identidad se encontraría, tal vez, menos estable ; “datos” estos introyectados inconscientemente a través de la educación; y bajo esta construcción, eliminar el deseo y ejercicio del poder, hace temer a las personas la pérdida de sus estructuras fundamentales, esas que sustentan su existencia..

Pero, evidentemente, este es un camino difícil que a las mujeres nos cuesta afrontar-no digamos a los hombres-,y por ello, la vida no nos cambia y el mundo sigue cada vez peor.

Así que.O eliminamos todos los poderes o Nos conformamos con todo lo que tenemos.


Josefa Martín Luengo

Apuntes Sobre Misoginia Por Andrea Franulic Depix Movimiento Rebelde del Afuera Santiago, Chile, Octubre del 2003

"El negro Manuel Antonio hoy cree que es mayordomo, pero todo ha sido un sueño. Y cuando se pone el traje que le regaló el patrón, sueña que ya no es de esclavo..." (Nicomedes Santa Cruz)

Este escrito parte de mi experiencia y habita las palabras políticas de Margarita Pisano(1), con las cuales me comprometo plenamente. Se basa en lo que hablé en la IIIª Escuela Feminista (2001) organizada, entonces, por el Movimiento de Mujeres Feministas Autónomas; hoy, Movimiento Rebelde del Afuera.

Allí hablé de la misoginia, pues creo es fundamental que nosotras la entendamos, puesto que cruza todos los espacios de nuestras vidas: el íntimo, privado y público, impidiéndonos vivir bien.

Misoginia es el odio y el miedo profundos a las mujeres; la palabra viene del griego misogynes que quiere decir “yo odio a las mujeres”. Es el motor de la feminidad (2), que la hace girar sobre sí misma, generando amor-admiración hacia los hombres y su sistema, y desprecio-invisibilización hacia las mujeres. En conceptos literarios, su leitmotiv.

Desde hace siglos habitamos una cultura misógina: pensada, creada, organizada y ejercida por los varones. Debido a quizá qué terror masculino ancestral, hacia un cuerpo que sangraba cada ciclo y tenía la capacidad de parir. No me referiré al origen de esta cultura patriarcal y misógina, pero sí quiero acotar que comparto la hipótesis de la existencia previa de civilizaciones más humanas y vitales presididas por consejos de mujeres. Hoy en día, las mujeres continuamos manifestando nuestra esclavitud hacia los varones y su sistema, al reproducir relaciones misóginas entre nosotras. Trampas de la masculinidad, que desfiguran a los verdaderos responsables y nos transforman en sus cómplices, sino en culpables.

Para sortear estas trampas, conocerlas y sanarnos de ellas, quiero iniciar el análisis y una posible deconstrucción de la misoginia entre mujeres. Y porque también pienso que -desde nosotras- es posible inventar una civilización más humana y relaciones más dignas y felices, si logramos relacionarnos sin misoginia, es decir, si logramos salirnos de la feminidad y, por lo tanto, de la masculinidad; en otras palabras, si dejamos de servir material, emocional e ideológicamente al sistema. ¿Cómo se hace?

En primer lugar, un poco de harina cernida y unas dos cucharaditas de azúcar flor. En segundo lugar, entender que no hay fórmulas ni recetas dadas; sí, una experiencia entre mujeres que se conoce, comprende, analiza, interpreta, estudia, comparte, conversa, converge, diverge, emociona, proyecta, identifica, reconoce y así, así, así. Y no me refiero a una experiencia de complicidades “femeninas”, sino a experiencias-conocimientos-sabidurías de mujeres que se han atrevido a pensar desde Afuera del sistema.

Esta experiencia es la que a mí me ha servido para ir descolonizando mi mirada y poder ver todo aquello que a las mujeres nos han negado y robado, lo que nos mantiene atrapadas; ver, por ejemplo, que mi cuerpo de mujer, arrumbado en el silencio, estaba traspasado de miradas ajenas, que le habían dicho cómo moverse, cómo vestirse, cómo sentir, cómo hablar y cómo callar; cómo seducir y cómo pensar. Qué creer y valorar; con quién y cómo erotizarse; a qué temer, cómo amar... Un cuerpo que, en definitiva, debía vivir en función-proyección de otros-espejos, y no de una misma. ¿Por qué, entonces, habría de quererme?

Esta vida prestada ha marcado tanto a las mujeres que casi carecen (carecemos) de amor propio. El amor propio tiene que ver con la voluntad de pensar un proyecto de vida y de humanidad propio; tiene que ver con ser persona. Es una ética distinta, no prefijada por las leyes de Zeus. Y si una no se ama a sí misma DE VERDAD, más acá del ego (que, a veces, ejerce de armadura de inseguridades, miedos y complejos), es muy fácil despreciar –o proteger, que es la otra cara del desprecio- a las otras. La misoginia se aprende y te la enseña otra mujer.

El sistema patriarcal masculinista es tan eficiente que domina por medio de sus esclavos
; esta eficiencia le ha costado mucha sangre, por cierto. Sus esclavos más efectivos han sido y son las mujeres, quienes transmiten el mandato de sumisión/admiración a los varones y su modelo de sociedad. La madre, junto a sus palabras y silencios, valora la obediencia que se espera de nosotras. El silencio es un lugar históricamente femenino y muy violento; nos educan por medio y dentro de él. Es el arma del oprimido, una cola de alacrán que envenena el alma: porque si no me expreso, mi cuerpo se enferma y muere contenido.

Las madres son las primeras mujeres con quienes nos relacionamos en la vida y nos traicionan, al exigirnos –a veces muy ambiguamente, pues también lanzan dardos de rebeldías- que padezcamos las mismas miserias que ellas han padecido. Esta traición fundamental contribuye a la enseñanza de no amar a las mujeres y continúa CON MUCHA FUERZA E INSISTENCIA en las palabras de la profesora y de la tía; luego, en las de las amigas y, muy pronto, en las de una misma.

Las relaciones misóginas entre mujeres pueden tomar varias formas, explícitas o no, desde la envidia y competencia encubiertas o manifiestas, hasta el amor más febril o protector. Esta descalificación puede tomar, incluso, el disfraz de la broma; da lo mismo. Cualquiera de estas expresiones es funcional al sistema y justifica la misoginia más allá de los argumentos.

La envidia entre mujeres ha sido representada en los mitos patriarcales y en los cuentos de hadas que de ellos derivan; de esta manera, las proyecciones femeninas de los varones se han cristalizado en el ámbito de lo sagrado y lo intocable, refrendando los modelos que han ido construyendo en la realidad. La envidia entre mujeres gira, generalmente, en torno al reconocimiento sexual o intelectual de un varón (o una mujer) que elige. La elegida entre todas es una excepción entre las esclavas... la más obediente. Como dice Adrienne Rich: “...la obediente hija del padre que hay en nosotras es solamente una yegua de tiro.”(3) Esta envidia alcanza para desconocer las ideas rebeldes de aquéllas que no les interesa ser “las elegidas”.

Por otro lado, las protecciones ayudistas(4) entre mujeres dejan intacto el sistema de dominación al que nos vemos sujetas. Una mujer que protege a otra mujer extiende la creencia en su propia debilidad hacia las demás, es decir, se protege a sí misma, y en este nicho de inseguridades y sufrimientos, nada cambia; más bien, entrega poder y, en el fondo, admira a quienes controlan a través del miedo. Este sistema legitima las relaciones protectoras-traidoras entre mujeres, porque en ellas, las mujeres no se reconocen como iguales-pensantes, sino como madres, cuya única función es amar sin amor propio.

Lo que no es funcional y aterra a los sistemas de poderes masculinos es que las mujeres PENSEMOS JUNTAS, fuera de sus lógicas y condicionamientos. Para nosotras y no para ellos. Para analizar y deconstruir el sistema existente. ¿Estamos dispuestas a creer en nuestras capacidades humanas y a legitimar nuestras ideas rebeldes, aquéllas que no apelan al sentido común instalado? ¿Estamos dispuestas a romper las cadenas de este “cuento de hadas”?. Porque si esto no sucede, seguiremos repitiendo las relaciones culturales de dominio/sumisión que roen nuestras dignidades, parchándolas con falsas protecciones, engañándonos y sembrando la desconfianza entre nosotras.

Referencias:

(1) Arquitecta, pensadora y crítica de la cultura vigente. Fundadora de La Morada y La Radio Tierra. Además, del Movimiento Feminista Autónomo y el Movimiento Rebelde del Afuera. Ha publicado tres libros y diversos artículos y ensayos.

(2)Entiendo feminidad como una construcción cultural pensada desde la masculinidad y contenida en ésta. Ver El triunfo de la masculinidad, Margarita Pisano, 2000, Ed. Surada, Santiago de Chile.

(3)Sobre mentiras, secretos y silencios