LA FAMILIA AUTORITARIA COMO APARATO DE DOMESTICACIÓN
Pieter Brueghel -1560- |
No es un azar que la juventud conservadora y reaccionaria (carne del fascismo), que estudia en escuelas particulares de lujo, como el Tecnológico de Monterrey, la Iberoamericana, la Universidad de las Américas, etc., por regla general sea muy adicta a la familia, mientras que la juventud revolucionaria es hostil por principio, a esa Institución.
El padre es el portavoz y representante de la autoridad estatal en la familia, es decir, es el defensor de los intereses de la clase dominante en el seno familiar.
El padre es una especie de sargento: subordinado en el proceso de producción (en su centro de trabajo), y jefe en su función familiar; mira desde abajo a sus superiores, se impregna de la ideología dominante (de aquí su tendencia a la imitación), y es todopoderoso con sus inferiores: su esposa e hijos; no se limita a transmitir las ideas de la jerarquía y de la sociedad, las impone.
El fin primordial de la educación, desde sus pasos iniciales, es preparar a los niños para el matrimonio y para la familia autoritaria.
El niño dirige sus primeros impulsos afectivos y sexuales hacia sus padres. El niño ama a su madre y odia a su padre y la niña hace lo contrario. Estos sentimientos de odio y de celos se impregnan rápidamente de temor y de culpabilidad. Estos sentimientos de odio y de celos se impregnan rápidamente de temor y de culpabilidad. El temor en su origen, está relacionado con los sentimientos sexuales hacia el sexo opuesto. Este temor, junto con la imposibilidad de satisfacer el deseo incestuoso, obliga a la represión del deseo. De esta represión nacen casi todos los trastornos de la vida sexual ulterior.
No habrá represión si el muchacho aunque forzado a la renuncia del incesto, pudiera practicar el organismo (sin culpa), y eljuego sexual con muchachas de su edad. De hecho los niños juegan sexualmente a escondidas de sus padres, con sentimientos de culpabilidad que les perjudicará en su sexualidad futura. El niño que no participa en esos juegos es un candidato seguro al trastorno grave de su vida sexual futura y también como el que lo hace con culpa, un neurótico adaptado y sumiso a la autoridad capitalista.
La represión de los impulsos sexuales está condicionada por la manera de pensar y de sentir de los padres, quienes a su vez están influenciados por la moral sexual antivida, propia del sistema capitalista autoritario.
En realidad la ideología burguesa, cargada de moralina tiene más influencia sobre la educación preescolar que sobre la educación familiar.
El niño no elude la fijación a los padres, fijación de tipo sexual y autoritaria. La autoridad paterna, severa o no, le oprime, aunque sólo sea por la desproporción evidente que hay entre su talla y la de los padres. Muy pronto la fijación autoritaria se desembaraza de la fijación sexual y la reduce a la existencia inconsciente; más tarde, cuando los intereses sexuales se dirijan hacia el mundo extrafamiliar, esta fijación autoritaria se alzará entre los intereses sexuales y la realidad como una muralla gigantesca de INHIBICION.
Esta fijación autoritaria es, en gran proporción, INCONSCIENTE, a la autoridad de los padres tome, a menudo, la apariencia de su contrario, la rebelión de tipo neurótico. Esta no puede suprimir los intereses sexuales si no es, quizás, bajo la forma deacciones sexuales impulsivas, compromiso patológico entre la sexualidad y el sentimiento de culpabilidad. El desarraigo de esta fijación es el REQUISITO BASICO PARA UNA VIDA SEXUAL SANA. Tal como están las cosas hoy, muy pocas personas lo consiguen.
La fijación a los padres es un doble aspecto de fijación sexual, y la sumisión a la autoridad paterna hace muy difícil, si no imposible, el acceso a la realidad sexual y social de la pubertad. El ideal conservador del muchacho pacato y la muchacha irreprensible, momificados en el infantilismo hasta bien entrada su vida de adultos, es diametralmente opuesto a la idea de una juventud libre e independiente.
Otro signo típico de la educación familiar es que los padres, y en particular la madre, si no están obligados a trabajar fuera de la casa, buscan en los hijos, para desgracia de éstos, la GRAN satisfacción de su vida. Los hijos son entonces como pequeñosanimales domésticos: se les puede amar, pero también maltratar a voluntad. Que la actitud emocional de los padres hace a los hijos ineptos para la tarea educativa es una verdad muy conocida.
La miseria conyugal en la medida en que no se agota en las divergencias de la pareja, se derrama sobre los hijos. Esto ya es, en sí, un nuevo perjuicio para su independencia y para su estructura sexual; pero además crea otros conflictos: su refractariedad al matrimonio por lo que han visto en la miseria conyugal de sus padres, y la urgencia financiera posterior al casamiento. En la pubertad, se producen frecuentes tragedias cuando los muchachos, a salvo felizmente de los peligros de la educación infantil, intentan sacudirse también las amarras de la familia.
Así pues, la restricción sexual que los adultos deben imponerse para poder tolerar la existencia conyugal y familiar, recae sobre los hijos. Y como éstos, a su vez, por razones económicas tendrán que zambullirse de nuevo en la vida familiar, la restricción sexual se perpetúa de generación en generación.
Puesto que la familia coercitiva, desde el punto de visa económico e ideológico es parte constitutiva de la sociedad burguesa autoritaria, sería de ingenuos esperar la desaparición de sus estragos en el marco del actual sistema capitalista. Además éstos estragos son inherentes a la constitución misma de la familia y están fuertemente anclados en cada individuo, pero gracias a mecanismos INCONSCIENTES.
A la inhibición sexual que proviene directamente de la fijación a los padres, se añaden los sentimientos de culpabilidad, derivados del enorme odio acumulado en el transcurso de los muchos años de vida familiar. Si este odio permanece CONSCIENTE puede desencadenar una poderosa fuerza revolucionaria; hace que el individuo rompa sus ataduras familiares y pueda convertirse en energía motriz para intervenciones racionales contra las causas reales de ese odio.
Si por el contrario, el odio es REPRIMIDO, conduce a exteriorizaciones inversas: la fidelidad ciega y la obediencia infantil patológica. Estas actitudes constituyen más tarde un inconveniente grave para aquellas personas que quieran alistarse en un movimiento liberal.
Tal tipo de individuos podrá muy bien abogar por la libertad total y, al mismo tiempo, enviar a sus hijos a la catequesis dominical o formar parte ellos mismos de una asociación parroquial para "no hacer sufrir a sus ancianos padres", aunque todo eso vaya en contra de sus convicciones. Presentará todos los síntomas de indecisión y dependencia, consecuencia de su fijación a la familia: no es un buen militante de la libertad.
Fuente: Wilhelm Reich-Monografías
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