Liliana Mizrahi
Agosto 6//2012
“hace
unos años, en un ataque de locura en medio de una pelea conyugal, comencé a
romper un juego de té de porcelana Limoges que había encontrado como oferta
porque tenía algunas fallitas. Era absolutamente blanco y yo disfrutaba mucho
ese juego. Comencé a tirarlos al piso y miraba cómo se hacían trizas y no podía
parar. Me pregunto ¿porqué me hice eso? Rompí algo mío, que me
gustaba tanto. Me lo hice a mí misma, yo sola. ¿Me estaba castigando?” (testimonio)
Continúo
pensando en las mujeres y la violencia, el maltrato y su prevención.
En esta
nota pensé en el auto-maltrato, la auto-agresión de las
mujeres.
En el
patriarcado la bronca de las mujeres es sancionada y culpabilizada. No está
bien que las mujeres se pongan violentas y digan cosas impropias que nadie
quiere escuchar. No está bien que la mujer se enoje, rompa o grite. Una mujer
enojada y violenta es fea y mala, aunque tenga razón, eso es lo de menos.
Las
mujeres, no creo que tengamos transitada/tramitada/elaborada, ni muy vista
nuestra propia agresión. No tenemos una relación inteligente, en el sentido
de inteligir nuestra agresión.
Tenemos
una relación prejuiciosa e inducida por el Patriarcado, un vínculo culposo y
auto-condenatorio cargado de acusaciones y confusiones. Nuestra agresión y la
culpa que nos produce, pueden manejarnos, sabotearnos, herirnos por el
malentendido que suponen.
A
veces, ni nos damos cuenta de la rabia y la culpa que hemos acumulado.
Tememos nuestra
agresión, nuestra
capacidad de violencia contra nosotras mismas/ o contra otros, nuestro
descontrol.
Y
esa misma cultura que la sanciona y condena, también la utiliza en contra de
las mujeres mismas, para que muchas crean que tienen que vivir sentadas
en el banquillo de los acusados y en lo posible dando la otra mejilla.
El
patriarcado dice: Las mujeres no deben ser agresivas ni defenderse, sí obedecer
y someterse. Las mujeres deben ser pasivas y dependientes.
Las
mujeres no conocemos bien nuestra propia agresión.
No la
hemos explorado lo suficiente. La reprimimos. La escindimos/ disociamos y la
negamos. Nos da miedo, vergüenza mirarla, re-conocerla, pensarla, hablarla.
¿Hacemos
algo?… sí: nos sentimos culpables, que es la forma de confundirnos a nosotras
mismas, desorientarnos y debilitarnos. Que en realidad es eso lo que importa:
que las mujeres sean débiles.
Nuestra
propia violencia reprimida nos debilita.
La
represión cansa y debilita y nos deja a merced de esa misma violencia, que en
cualquier momento se expresa, irrumpe sorpresiva, explosiva hasta para la mujer
misma. Mujeres maltratadas por ellas mismas.
La
rabia, la frustración, el malestar queda atrapado en un proceso subterráneo (o
subcutáneo), del cual la mujer tiene poco registro conciente, es un proceso
disociado de la conciencia, y va por una vía que no se toca con la realidad.
“Eso
oscuro que me pasa, no me pasa en realidad. Esto que es, no es. Va
por otro lado que yo aparto de mí, y creo que tengo la llave, el control, hasta
que exploto y ahí me doy cuenta que tiene que ver conmigo y debí atender ese
malestar antes.”
Las
mujeres hacemos esas cosas:
**nos
disociamos de
aquello que no queremos ver, ni darnos cuenta y menos pensar.
**Seguimos
adelante a pesar de que la realidad nos muestre con claridad que, “algo”
pasa y las cosas no son así como creemos.
**
Seguimos adelante sin ver, sin querer ver, ni que nos muestren, ni oír acerca de algo de lo
que no queremos enterarnos.
No entendemos
bien nuestra bronca o nuestra frustración, no la legitimamos, y creemos que ya se nos
va a pasar. La banalizamos. Minimizamos su significado. Aguantamos. Soportamos.
En determinado momento explotamos… ¡¡Buumm!!... Somos capaces de romper todo.
Golpear. Golpearnos. Tirar cosas por la ventana. Revolear cuadros. Trompear
vidrios. Patear puertas. (siempre lastimándonos) En una sola frase: volvernos
locas, lastimarnos, auto denigrarnos.
Lo cual
es ideal para que nos digan:
¿ves
ves que sos una loca? Esa frasecita, nos vuelve más locas aún.
Es
hora de asumir la titularidad de las propias conductas.
Si una
se vuelve loca o se hace la loca, porque tiene una montaña de frustración y
odio que no ha podido resolver con madurez, tiene que hacerse cargo. Asumir la
titularidad de su conducta, es darse cuenta que una es capaz de comportarse
como una loca, pero es posible también hacer una autocrítica que nos
sirva para aprender algo de esos ataques de locura, que nos sirvan para algo
mejor. Y tampoco tener tanto permiso para seguir “haciéndose la loca” y
lastimarse. En ningún momento esa mujer piensa: me estoy haciendo daño.
No debo hacerme esto.
Hay
mecanismos de autoagresión importante en las mujeres.
En los
varones también. Instinto de muerte, disociado en contra de nosotras mismas.
Hemos incorporado al agresor y nos hemos identificado con él/ella.
¿Somos
nuestros torturadores?
Nos
identificamos con el maltratador / y nos maltratamos /y maltratamos a otros/
tal como sentimos que nos maltratan. Las mujeres podemos llegar a ser violentas
con nosotras mismas. Nos lastimamos de muchas maneras. Nos abandonamos. Nos
odiamos. Nos descuidamos. Nos sobre-adaptamos. Nos sobre exigimos. Somos
perfeccionistas. Nos pasamos de rosca. Exageramos. No buscamos ayuda.
La
bronca que acumulamos, gracias al malentendido con esa misma bronca que nos hace sentir
culpable, hace que, si tenemos bronca, estemos en deuda, hipotecadas en esa
culpa que nos inoculan, y así seguimos acumulando material explosivo. Lo
reprimido fermenta, es material explosivo, que siempre vuelve.
El
retorno de lo reprimido es infalible.
Reconocer
nuestra agresión, asumir la titularidad de la conducta agresiva, reconocer si
hubo daños, hacer nuestra autocrítica, pedir y pedirnos disculpas y también
legitimar la conducta, porque en la realidad, no somos locas y si
tenemos un ataque de locura es porque todavía no aprendimos a decir las cosas
de otra manera más madura.
Y de
eso se trata crecer, poder decir natural, directa, sencillamente lo que
sentimos y nos pasa y deseamos o nos molesta, decirlo sin miedo y sin culpa.
También
me parece que si sabemos más acerca de nuestra propia violencia, sabremos más
acerca de la violencia del otro. Y es, de la energía de esa misma violencia, la
fuerza que podemos usar para aprender a defendernos.
Transformar
en algo útil la bronca y la impotencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario